Así como yo, hay muchas más personas, que por equis o por ye, han caído aquí, y hoy quiero hablarles de un grupo en específico, de esas personas que como yo, han andado entre lobos sin aprender a aullar, es decir de aquellos que no se han maleado.
A las garras de este ambiente cae mucho inocente, yo lo hice por ser un escaparate a mi mundo, una liberación de las ataduras de lo que la sociedad supone se espera de un hijo de familia, como un desastres ¡Pues!. Pero hay quienes se ven en la obligación de aceptar este mundo por cosas más serias, el quedar sin padres, sin familia, un revés del destino, real carencia de lo básico, nulas probabilidades de una vida mejor, etc.
Mis respetos para aquellos que siendo adolescentes les toco rascárselas solos y no solo por ellos, ni por su familia directa, si no por toda una familia en general, imagínate tener 15, 16, 17 años, perder a quien representaba el ingreso familiar, tener hermanos en la escuela, deudas, a tu abuela enferma, a tu abuelo invalido y con solo tu mama partiéndose el lomo, al punto de ser insano para ella, con tal de que todo siga saliendo a flote, nadie te dice nada, tu familia te quiere y quiere verte crecer, quiere verte bien, quiere que seas alguien y que seas feliz… Pero dadas las circunstancias ¿Cómo sería eso posible?
Tú, un joven bien formado, bien desarrollado, en base al deporte, con toda la vida por delante, un día, atormentado por todas esas penas que embargan tu cabeza… sales a la calle y…
(…Pueden pasar mil cosas, hay muchos escenarios, la calle es una escuela, la calle es un burdel, la calle es algo que te puede consumir vivo…)
Encuentras depredadores, las oportunidades salen a la luz, es aquí donde una mala decisión puede acabarte, donde una huida a tiempo puede salvarte o en el “mejor” panorama, donde una decisión puede sacarte de donde estas.
Quien quiera tenerte, evidentemente te dirá lo que sea con tal de gozarte, te bajara el cielo, te ofrecerá todo, pobre de ti si caes, afortunado si dudas, las calles no tienen piedad de nadie, y muchos menos la gente que anda en ellas buscando saciar sus deseos sexuales.
Tú, joven, “inocente”, inexperto, tonto, aceptas…
De aquí nace otra disyuntiva… ¿Te gusto? ¿No te gusto?, ¿remordimientos?, ¿miedo? sensaciones y pensamientos se apoderan de ti, nuevamente lo que elijas sellara tu destino. Sea cual sea la opción, ya hay algo de calle en ti.
Esa “inocencia”, esa inexperiencia, se ha ido, ya sabes lo que puede pasar…
Llegas a tu casa, normal como siempre y vuelven a ti todos esos problemas familiares, quisieras poder hacer algo, aprietas tu puño sin pensar, pero algo te saca de contexto, en tu mano hay dinero… un dinero que puede ayudar a tu casa, un dinero… ¿sucio, mal habido? Un dinero que te costó ¿qué? Eso tú lo sabes.
Ni arrepentirse es bueno, pero decides hacer algo, no volver a hacerlo…
Bien dicen que el problema no es entrar, es salir…
Haces lo que puedes, te vas de chalan, de ayudante, buscas trabajo, la manera de ganar dinero… pero no es suficiente, te estas matando por una miseria, estás “perdiendo” tiempo en sacar a flote a tu familia, dejándote de lado a ti mismo…
De repente viene a tu mente ese recuerdo, tratas de esquivarlo, pero está presente, muy presente en ti… te vuelves a cuestionar si ese dinero ganado en la calle es bueno o malo… y llegas a la conclusión obvia, dinero es dinero, mas tú, sin embargo, no quieres ser un callejero que está al servicio del que pague más, decides hacerlo solo esta vez, solo cuando de verdad no puedas más.
Sin saberlo has dado un paso más, en este bajo mundo. A los días venideros, ves en casa algo que capta tu atención, esa sonrisa en tu madre, ese “gracias manito” de tus hermanos, las palabras tiernas de tu abuela y abuelo diciendo: “Hay hijo, no te hubieras molestado, nosotros ya vamos de salida”, o cualquiera que sea esa señal, que te hace ver ese pequeño destello de felicidad, de paz, ha pasado ya tiempo, no sé, tal vez meses, años, ya no eres ese adolecente.
Ya eres un joven que puede trabajar en forma, no le reprochas nada a la vida, pues sea lo que sea tienes a tu familia, decides seguir adelante luchar por ellos, por su bienestar, pero también por ti.
Consigues un trabajo mejor, pero, los niños crecen, esos que ayer fueron tus hermanitos, hoy ya son preadolescentes, nuevos gastos, nuevos retos, nuevas cosas por descubrir. Piensas en que no alcanzara.
En ese momento por azares del destino, te pone una encrucijada más… quien sabe ¿de dónde, o cómo? Pero una oportunidad de -dinero fácil- aparece de nuevo, pero esta vez, es una oferta mejor, que viene acompañada de un “consejo” que suena a seducción.
Esa “oportunidad” con mirada lasciva y voz perversa afirma:
“¿Sufriendo por dinero? Con ese cuerpo no deberías hacerlo, eres guapo, tienes buen cuerpo, si invirtieras en ti, tendrías lo que quisieras a tus pies”
El comentario te perturba, te incomoda, hasta cierto punto, te da miedo… de primera instancia y como defensa lo rechazas, niegas ese panorama en tu mente, sin embargo, ya te diste, ya le diste, lo que esa “oportunidad” buscaba.
La duda está sembrada en ti… el tiempo mal aliado y buen enemigo, te pone una prueba más dura por delante, pierdes a uno de tu familia, eso te impacta, tus hermanos se descontrolan, sienten mucho la perdida, y al poco tiempo, pierdes a alguien más…
¿Por qué? Con tiempo descubres, que esas personas que se fueron, tenían algo, algo que no dijeron para no preocuparte, pues veían como siempre, estabas trabajando, consiguiendo chambitas extras para sacar más, dando todo de ti por ellos… tú te recriminas esas pérdidas y te juras que nadie más sufrirá por falta de recursos.
No eres tonto, lo que la calle da, la calle quita, sigues estudiando, trabajando, dando todo de ti, pero aun así, con recelo, tomaste el consejo que esa “oportunidad” te dio.
Inviertes en ti, poco a poco, con el pasar de los meses, vez resultados, no solo en lo físico, si no en lo personal y todo tú alrededor, se aclara un poco.
Llegan nuevas “oportunidades” oportunidades que dejan más ceros, pero no caerás, tu bien sabes, que hay algo mas para ti, algo más que ser el juguete de esas “oportunidades”
Tu creciste, tus hermanos por igual, las malas lenguas entran en juego, ya hiciste todo lo que debías, te condujiste lo mejor posible, nunca robaste, nunca fuiste un vago, ni una mala persona, pero el prejuicio es grande, el rumor se corre, llega a manos de tus carnalitos, el asombro, enojo, desesperación, decepción, coraje, rencor, se hace presente en ellos…
Te preguntas ¿por qué? Si todo lo hiciste por ellos, si nunca hiciste algo malo, ni algo que los perjudicara, ese último familiar tuyo que queda, no te da la espalda, pero tú y ese familiar saben, que tus hermanos aún son jóvenes y no se pueden quedar solos.
Te alejas de ellos, de todo eso, dejándolos a la buena del destino… ¡no! tú no eres así, aun con todo eso, sigues mandándoles recursos para que se apoyen, de todas maneras siempre fue ese tu objetivo, verlos bien.
No estas resentido con la vida, tal vez un poco dolido, quien sabe que sea, pero lo que si sabes, es que ese “no sé qué” te quema por dentro, es un sentimiento raro, que está alojado en tu pecho.
Ahora… ¿Eres libre? Si y no, tienes metas, claro, sueños, por supuesto, necesidades, obviamente. No has perdido el tiempo, pues se lo dedicaste a las personas que quieres, pero a tus años, ya va siendo tiempo que vivas por ti, hagas cosas para ti y te centres en ser feliz.
¿Pero como?… la solución, la tiene esa falsa amiga, llamada calle, ese falso hogar donde muchos se refugian… no dejaras de apoyar a tu familia, pero para esas metas necesitas un extra, un extra, que todo eso que has trabajado, te dará, tanto el físico, como la mente.
Sin darte cuentas llevas meses, años, frecuentando a la calle, has estado con lobos sin aprender a aullar. Así que decides ingresar “de lleno” a este ambiente
No queda nada de ese adolescente ni de ese joven, ahora eres un hombre hecho y derecho, fuerte, inteligente, capaz, con ese “no sé qué, que, qué se yo” que el tiempo en la calle te dio. Tu sabes que armas tienes y sabes cómo usarlas, sin embargo, no las quemas, no abusas de ellas, pues ser un callejero nunca fue tu intensión.
La calle te da todo, es más, te da más de lo que imaginaste… te estabilizas, todo gracias a tu trabajo, a tu destreza y también a esos “trabajitos” extras que la calle te da a hacer… sin embargo, en tu cuarto, en tu cama, pensado sin pensar, te falta algo, sientes soledad, sientes un vacío en el pecho, ese sentimiento quemante ya no está, ahora es solo un frivolo vacío.
Extrañas a quienes no están, añoras estar con quienes aun están, pero ellos están bien sin ti… Ya hicieron sus vidas, muy probablemente tu estés en otra ciudad, ya con nuevas amistades, colegas, camaradas… pero sin eso esencial tu familia.
Y es aquí donde esas personas, que bajo estas líneas han caído aquí, se unen, en un solo pensar, sin saberlo, cada tiempo, por las noches, un escalofrió recorre sus cuerpos, hasta llegar al cerebro, donde una señal llena de sentimientos confusos hace que se contraiga el corazón y los ojos se humedezcan, es allí donde uno se pregunta todo y a la vez nada, es aquí donde uno se hace hombre, amagando esa sensación y siguiendo adelante…
Escrito by: Z.Cort
¿Qué les pareció el texto?
exelente, sigue asi
ResponderEliminarNada mas que la realidad de muchos ... Y la duda que sigue latente en la mente de otros tantos..
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